El nexo entre sistemas agroalimentarios y cambio climático
Las amenazas climáticas —como inundaciones, sequías y ciclones— son cada vez más frecuentes e intensas. Las consecuencias de éstas afectan de manera desproporcionada a la población más marginada del sector agrícola, socavando los esfuerzos en este ámbito y agravando la inseguridad alimentaria y la pobreza en zonas rurales. Al mismo tiempo, los sistemas agroalimentarios producen más de un tercio de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero (GEI), intensificando el cambio climático (FAO, 2021)[1]
Por lo tanto, para cumplir los objetivos de la Agenda 2030 y garantizar la seguridad alimentaria, debemos fortalecer la resiliencia económica de los ecosistemas y la población. Tenemos que ir más allá de soluciones agrícolas que “no hacen daño” y buscar alternativas que promuevan conjuntamente la resiliencia climática, medioambiental y de desarrollo, y con las que todos salgan ganando.
La contribución de la evaluación a las soluciones agrícolas duraderas y medioambientalmente sostenibles
En teoría, las evaluaciones son las más indicadas para contribuir a la construcción de una base de datos de soluciones —basadas en evidencias— con las que todos salen ganando. Sin embargo, ¿pueden evaluar los efectos de los esfuerzos agrícolas en los ecosistemas circundantes y los factores climáticos, incluidas las emisiones de GEI, la biodiversidad y la reposición de los recursos naturales, entre otros muchos?
Aunque resulte incómodo, la realidad es que la experiencia evaluativa en este ámbito es significativamente limitada. Un balance realizado en 2020 por el Grupo de Evaluación de las Naciones Unidas (UNEG)[2] reveló que las evaluaciones suelen centrarse en sistemas humanos, y apenas abordan cuestiones relacionadas con los sistemas naturales y la sostenibilidad. El examen concluyó que existe la necesidad imperiosa de disponer de orientación exhaustiva sobre consideraciones sociales y medioambientales, especialmente en lo que respecta a sus interacciones en el marco de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)[3].
La escasa presencia de los sistemas naturales y la sostenibilidad en las evaluaciones comienza a nivel de proyecto: la sostenibilidad se suele obviar y solamente se aborda superficialmente debido a numerosas razones, entre ellas la falta de presupuesto y conocimientos técnicos. Esto contribuye a que las evaluaciones sean insuficientes, ya que tienden a reflejar el diseño de los programas.
Al mismo tiempo, los ciclos de evaluación tradicionales no son adecuados para los problemas en materia de sostenibilidad, de naturaleza urgente. Normalmente, una evaluación se lleva a cabo en unos seis años, e incluye una evaluación a mitad de período y una evaluación final. Necesitamos métodos de evaluación más rápidos y proactivos.
La contribución del FIDA
La Oficina de Evaluación Independiente del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) y el FIDA en su conjunto han liderado los esfuerzos en el sistema de las Naciones Unidas para integrar las consideraciones ambientales en la evaluación. En 2010, el FIDA priorizó la adaptación al cambio climático en el desarrollo rural, movilizando más de 500 millones de USD en fondos para el clima por un período de diez años. La Política de Evaluación del FIDA establece que todas las evaluaciones de proyectos deben abordar cuestiones ambientales y de adaptación al cambio climático. El Manual de evaluación del FIDA incluye criterios para evaluar estos aspectos, sujetos a la misma garantía de calidad que todas las evaluaciones. Los resultados en estos ámbitos se notifican anualmente a los órganos rectores del FIDA, garantizando así la rendición de cuentas y el aprendizaje continuo.
Una evaluación temática reciente (2022) sobre el apoyo del FIDA a los pequeños agricultores para su adaptación al cambio climático fue una oportunidad para hacer balance de estos esfuerzos. Al analizar los resultados del FIDA en relación con el fomento de la resiliencia de los pequeños agricultores al cambio climático, la evaluación examinó cómo 20 proyectos agrícolas seleccionados —correspondientes al 14 % de la cartera de proyectos del FIDA sobre adaptación al cambio climático— interactuaban con los ecosistemas circundantes.
Este nexo entre seres humanos y ecosistemas no se había evaluado anteriormente de manera metodológica. La Oficina de Evaluación elaboró un enfoque —que establece criterios y estándares para distintos niveles de resultados y describe cómo serían éstos en cada nivel— para evaluar los efectos de los proyectos del FIDA en determinadas dimensiones de los ecosistemas, como la calidad del agua, la gestión de los recursos hídricos y la salud del suelo. E identificó cuatro tipos de proyectos, que se muestran en la siguiente figura.
Figura 1. Tipología de proyectos elaborada por el FIDA.
De los 20 proyectos examinados, solamente seis de ellos no causaban daño neto y ninguno era restaurador. El 70 % utilizaba algunas prácticas sostenibles, aunque dañaban el medio ambiente.
Figura 2. Enfoque para evaluar los efectos de los proyectos del FIDA en los ecosistemas.
Este método resultó eficaz para transmitir mensajes claros a los responsables de la toma de decisiones sobre los beneficios —o los problemas— asociados a los efectos en los sistemas naturales. La Evaluación de la huella ecológica —un esfuerzo apoyado por la Iniciativa Mundial de Evaluación para incluir los efectos sociales de las intervenciones de desarrollo, como la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres— está adoptando y ampliando la metodología descrita. Y ha publicado una primera guía para ayudar a quienes planifican, gestionan o realizan evaluaciones a incluir la sostenibilidad medioambiental [4]
Reflexiones y conclusiones
Incorporar consideraciones medioambientales a las evaluaciones es un primer paso crucial, pero garantizar que tengan la capacidad y habilidades necesarias para evaluar estos efectos de forma creíble es otro desafío.
Al mismo tiempo, aunque evaluar y calificar los aspectos medioambientales pueda parecer laborioso, la urgencia actual —sin precedentes— requiere evaluaciones rápidas y en tiempo real. En lugar de esperar a disponer de evidencias completas, debemos evaluar los posibles efectos futuros con agilidad e informar de inmediato a los responsables de la toma de decisiones. Además, en vez de demorarnos en respuestas a recomendaciones, tenemos que optar por una gestión ágil y adaptativa a todos los niveles.
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Serdar Bayryyev
Senior Evaluation Officer
FAO
Publicado el 19/08/2024
Dear Nanthi,
Thank you for sharing your insights on evaluating sustainable pathways to climate-resilient agriculture. The examples you presented underscore important lessons vital for tackling the intersection of agri-food systems and climate change.
1. The Role of Evaluation in Sustainable Agriculture
I appreciate your emphasis on the significance of evaluation in gauging the overarching context. Instead of concentrating solely on immediate project impacts, evaluations should reflect on the broader objectives of sustainable development. It is essential to analyze the interconnections and synergies among human, socio-economic, and ecological systems, alongside potential trade-offs.
2. Innovative Methodologies
The introduction of a new rubric methodology to examine the relationship between agricultural interventions and ecosystem health is a noteworthy advancement. This innovative approach provides a nuanced perspective on how agricultural practices influence natural resources, facilitating more informed decision-making. Categorizing impacts by typologies will offer greater clarity for stakeholders and enhance their understanding of the associated risks and benefits.
3. Agile and Responsive Evaluations
I completely concur that the unprecedented complexity of today's development challenges necessitates more responsive and proactive evaluation methods. Given the intensifying climate-related challenges, it is crucial to shift away from traditional, lengthy evaluation cycles in favor of more rapid and real-time assessments. Evaluations should deliver timely feedback that supports adaptive management, as such flexibility is vital in the face of rapid changes in both climate and agricultural environments.
4. Integrating Cross-Cutting Issues
Integrating social impact assessments—including considerations for gender equality and women's empowerment—into the evaluation process demonstrates a comprehensive approach to development. By addressing social dimensions alongside environmental factors, a more holistic evaluation can guide decision-makers toward inclusive and sustainable agricultural practices, ensuring that solutions are tailored to respect local ecosystems and meet community needs.
Best regards,
Serdar Bayryyev
Senior Evaluation Officer
Food and Agriculture Organization