En primer lugar, nos gustaría que esta contribución fuera comprensible para todos, ya sea un profesional de la evaluación, un productor de alimentos o un consumidor común. De lo contrario, correría el riesgo de convertirse en una publicación académica inaccesible para las personas realmente preocupadas por las políticas y regulaciones que afectan los sistemas alimentarios.
Es fácil y sencillo delinear lo que tales políticas y regulaciones deberían permitir que los sistemas alimentarios logren. Sin embargo, los teóricos suelen olvidar que los deseos y necesidades de los usuarios finales de los sistemas alimentarios varían ampliamente. Estas preferencias y requerimientos están, en su mayoría, determinados por su cultura alimentaria, la cual posee tanto una relevancia fisiológica como ambiental que no debe pasarse por alto.
En resumen, las políticas y regulaciones exitosas en este ámbito deberían guiar adecuadamente los sistemas alimentarios para cumplir con los siguientes objetivos:
Su funcionamiento debe ser progresivamente sostenible desde el punto de vista ambiental, ya que la mayoría de los sistemas actuales no lo son. Por lo tanto, es necesario avanzar gradualmente hacia su sostenibilidad futura.
Su producción debe estar orientada, en la mayor medida posible, por las normas de la cultura alimentaria local.
Su producción debe ser suficiente para que los usuarios finales puedan acceder a una dieta saludable, variada y equilibrada.
Sus productos deben ser físicamente accesibles y asequibles para los consumidores finales.
Se debe minimizar al máximo la pérdida de alimentos. Ni las políticas ni las regulaciones ofrecen una solución viable para reducir las pérdidas de alimentos a nivel doméstico. No obstante, sí pueden ser útiles para reducirlas en los sub-sistemas de comercio, almacenamiento y transporte dentro de los sistemas alimentarios.
Es importante enfatizar que, a menos que se cumplan estos criterios, ninguna mejora técnica en los sistemas alimentarios ni en su financiamiento permitirá abordar los problemas del hambre, la malnutrición y la nutrición inadecuada que persisten en el mundo actual. Para determinar si un sistema alimentario cumple con estos criterios, es necesario llevar a cabo inspecciones locales, lo que permitirá posteriormente formular regulaciones generales pertinentes.
Sin embargo, hay que recordar que el valor de tales regulaciones será nulo si no existe un mecanismo capaz de hacerlas cumplir con la suficiente eficacia.
A menudo, es tentador orientar tanto las políticas como las regulaciones en beneficio exclusivo de un grupo particular de productores, recolectores (por ejemplo, pescadores) o consumidores finales. No obstante, un análisis cuidadoso de cualquier sistema alimentario revelaría que la pobreza de los agricultores, así como la malnutrición y la nutrición inadecuada, suelen derivar de desigualdades dentro del sub-sistema comercial de un determinado sistema alimentario.
Dicho esto, las deficiencias en otros sub-sistemas del sistema alimentario pueden tener efectos similares, ya sea debido a una producción insuficiente en el sub-sistema agrícola o a pérdidas significativas durante el almacenamiento y el transporte.
El objetivo de una política alimentaria y agrícola es permitir que la población de un país pueda acceder de manera regular a los alimentos necesarios para mantener una dieta saludable, variada y equilibrada a un costo asequible.
El logro de este objetivo requiere una serie de estrategias cuya naturaleza específica depende de la cultura alimentaria vigente en cada país.
El éxito de esta política depende de dos requisitos fundamentales. Primero, las estrategias que se implementen deben ser coherentes entre sí, es decir, debe existir una armonía intra-política.
Por ejemplo, en un país donde la mayoría de la población no recibe una nutrición adecuada, una política agroalimentaria basada en la inversión en cultivos comerciales no es coherente con el objetivo mencionado anteriormente. En ocasiones, las organizaciones internacionales son responsables de este tipo de incoherencias, como lo demuestra el caso del Banco Mundial, que obligó a ciertos gobiernos de África Occidental a exportar su producción de maní, lo que resultó en malnutrición proteica entre los niños.
En segundo lugar, dado que un sistema alimentario está compuesto por varios sub-sistemas bajo la jurisdicción de distintos ministerios, sus políticas pueden entrar en conflicto con el objetivo principal de la política agroalimentaria del país. Esta falta de armonización inter-política puede tener consecuencias muy perjudiciales para la población afectada.
Consideremos, por ejemplo, la política comercial de un país que permite la importación de nuevos productos alimentarios o el establecimiento de grandes plantaciones de monocultivo extranjeras. Esto podría tener efectos desastrosos para los pequeños productores, los minoristas independientes y el estado general de la nutrición en el país.
Lograr la armonización inter-política requerida es difícil por tres razones:
Los intereses creados que afectan a todos los gobiernos.
La norma burocrática de escudarse tras la "autonomía institucional" para preservar el statu quo.
La falta de amplitud intelectual y competencia para comprender la necesidad de esta armonización en cada área donde las autoridades deben cumplir con sus promesas.
Un lector perspicaz notará que, mientras que las regulaciones necesarias requieren una investigación in situ, la verificación de una armonización adecuada tanto intra-política como inter-política debe realizarse antes de implementar las estrategias definidas. Esto puede presentar diversas dificultades, pero si no se lleva a cabo, el fracaso parcial de una política agroalimentaria será inevitable. La inercia de la tradición burocrática y la fascinación por la terminología técnica parecen ser los mayores obstáculos al progreso en este ámbito.
RE: Evaluating Agri-Food Systems Transformation Policies and Regulations
Norway
Lal - Manavado
Consultant
Independent analyst/synthesist
Publicado el 18/02/2025
¡Saludos!
En primer lugar, nos gustaría que esta contribución fuera comprensible para todos, ya sea un profesional de la evaluación, un productor de alimentos o un consumidor común. De lo contrario, correría el riesgo de convertirse en una publicación académica inaccesible para las personas realmente preocupadas por las políticas y regulaciones que afectan los sistemas alimentarios.
Es fácil y sencillo delinear lo que tales políticas y regulaciones deberían permitir que los sistemas alimentarios logren. Sin embargo, los teóricos suelen olvidar que los deseos y necesidades de los usuarios finales de los sistemas alimentarios varían ampliamente. Estas preferencias y requerimientos están, en su mayoría, determinados por su cultura alimentaria, la cual posee tanto una relevancia fisiológica como ambiental que no debe pasarse por alto.
En resumen, las políticas y regulaciones exitosas en este ámbito deberían guiar adecuadamente los sistemas alimentarios para cumplir con los siguientes objetivos:
Es importante enfatizar que, a menos que se cumplan estos criterios, ninguna mejora técnica en los sistemas alimentarios ni en su financiamiento permitirá abordar los problemas del hambre, la malnutrición y la nutrición inadecuada que persisten en el mundo actual. Para determinar si un sistema alimentario cumple con estos criterios, es necesario llevar a cabo inspecciones locales, lo que permitirá posteriormente formular regulaciones generales pertinentes.
Sin embargo, hay que recordar que el valor de tales regulaciones será nulo si no existe un mecanismo capaz de hacerlas cumplir con la suficiente eficacia.
A menudo, es tentador orientar tanto las políticas como las regulaciones en beneficio exclusivo de un grupo particular de productores, recolectores (por ejemplo, pescadores) o consumidores finales. No obstante, un análisis cuidadoso de cualquier sistema alimentario revelaría que la pobreza de los agricultores, así como la malnutrición y la nutrición inadecuada, suelen derivar de desigualdades dentro del sub-sistema comercial de un determinado sistema alimentario.
Dicho esto, las deficiencias en otros sub-sistemas del sistema alimentario pueden tener efectos similares, ya sea debido a una producción insuficiente en el sub-sistema agrícola o a pérdidas significativas durante el almacenamiento y el transporte.
El objetivo de una política alimentaria y agrícola es permitir que la población de un país pueda acceder de manera regular a los alimentos necesarios para mantener una dieta saludable, variada y equilibrada a un costo asequible.
El logro de este objetivo requiere una serie de estrategias cuya naturaleza específica depende de la cultura alimentaria vigente en cada país.
El éxito de esta política depende de dos requisitos fundamentales. Primero, las estrategias que se implementen deben ser coherentes entre sí, es decir, debe existir una armonía intra-política.
Por ejemplo, en un país donde la mayoría de la población no recibe una nutrición adecuada, una política agroalimentaria basada en la inversión en cultivos comerciales no es coherente con el objetivo mencionado anteriormente. En ocasiones, las organizaciones internacionales son responsables de este tipo de incoherencias, como lo demuestra el caso del Banco Mundial, que obligó a ciertos gobiernos de África Occidental a exportar su producción de maní, lo que resultó en malnutrición proteica entre los niños.
En segundo lugar, dado que un sistema alimentario está compuesto por varios sub-sistemas bajo la jurisdicción de distintos ministerios, sus políticas pueden entrar en conflicto con el objetivo principal de la política agroalimentaria del país. Esta falta de armonización inter-política puede tener consecuencias muy perjudiciales para la población afectada.
Consideremos, por ejemplo, la política comercial de un país que permite la importación de nuevos productos alimentarios o el establecimiento de grandes plantaciones de monocultivo extranjeras. Esto podría tener efectos desastrosos para los pequeños productores, los minoristas independientes y el estado general de la nutrición en el país.
Lograr la armonización inter-política requerida es difícil por tres razones:
Un lector perspicaz notará que, mientras que las regulaciones necesarias requieren una investigación in situ, la verificación de una armonización adecuada tanto intra-política como inter-política debe realizarse antes de implementar las estrategias definidas. Esto puede presentar diversas dificultades, pero si no se lleva a cabo, el fracaso parcial de una política agroalimentaria será inevitable. La inercia de la tradición burocrática y la fascinación por la terminología técnica parecen ser los mayores obstáculos al progreso en este ámbito.
¡Mis mejores deseos!
Lal Manavado