Publicado el 20/08/2024
Hola, Jackie.
Si estás dispuesta a considerar que la evaluación consiste en determinar en qué medida una política determinada, su estrategia de aplicación, su puesta en práctica y su actividad sobre el terreno han conseguido mejorar la calidad de vida de un grupo destinatario, entonces tu pregunta tiene una respuesta sencilla. Dicho de otro modo, el problema consiste en determinar si el producto final físico de lo anterior, por ejemplo, una carretera, un hospital, una escuela, apoyo a la agricultura, etc., ha beneficiado realmente a un grupo de personas.
Por lo tanto, el éxito de una acción que debe evaluarse no puede medirse por la excelencia técnica de tales productos finales, algunos de los cuales pueden ser intangibles a primera vista, por ejemplo, una política. Para evaluar el éxito o el fracaso de una política, hay que determinar en qué medida ha beneficiado a un grupo destinatario.
Es aquí donde uno se topa con una serie de dificultades:
- ¿Está dispuesta la mayoría de un grupo destinatario a _utilizar_ el producto final de un proyecto? Si no es así, una carretera excelente, un hospital, etc., pueden servir para el fin previsto, pero no beneficiarían a la población. Las normas culturales y ciertos tipos de intereses creados pueden suscitar una opinión pública contraria, lo que convertiría el producto final en inútil. Estas situaciones son muy difíciles de identificar y, por tanto, de evaluar.
- El grupo destinatario puede ser incapaz de hacer un uso adecuado de un producto final debido a que la mayoría del grupo destinatario es incompetente para hacerlo. La falta de formación pertinente, su olvido en los planes del proyecto, etc., son las principales causas de ello. La evaluación no parece tener en cuenta la importancia de que el grupo destinatario posea esta competencia.
Saludos cordiales.
Lal.
Norway
Lal - Manavado
Consultant
Independent analyst/synthesist
Publicado el 18/02/2025
¡Saludos!
En primer lugar, nos gustaría que esta contribución fuera comprensible para todos, ya sea un profesional de la evaluación, un productor de alimentos o un consumidor común. De lo contrario, correría el riesgo de convertirse en una publicación académica inaccesible para las personas realmente preocupadas por las políticas y regulaciones que afectan los sistemas alimentarios.
Es fácil y sencillo delinear lo que tales políticas y regulaciones deberían permitir que los sistemas alimentarios logren. Sin embargo, los teóricos suelen olvidar que los deseos y necesidades de los usuarios finales de los sistemas alimentarios varían ampliamente. Estas preferencias y requerimientos están, en su mayoría, determinados por su cultura alimentaria, la cual posee tanto una relevancia fisiológica como ambiental que no debe pasarse por alto.
En resumen, las políticas y regulaciones exitosas en este ámbito deberían guiar adecuadamente los sistemas alimentarios para cumplir con los siguientes objetivos:
Es importante enfatizar que, a menos que se cumplan estos criterios, ninguna mejora técnica en los sistemas alimentarios ni en su financiamiento permitirá abordar los problemas del hambre, la malnutrición y la nutrición inadecuada que persisten en el mundo actual. Para determinar si un sistema alimentario cumple con estos criterios, es necesario llevar a cabo inspecciones locales, lo que permitirá posteriormente formular regulaciones generales pertinentes.
Sin embargo, hay que recordar que el valor de tales regulaciones será nulo si no existe un mecanismo capaz de hacerlas cumplir con la suficiente eficacia.
A menudo, es tentador orientar tanto las políticas como las regulaciones en beneficio exclusivo de un grupo particular de productores, recolectores (por ejemplo, pescadores) o consumidores finales. No obstante, un análisis cuidadoso de cualquier sistema alimentario revelaría que la pobreza de los agricultores, así como la malnutrición y la nutrición inadecuada, suelen derivar de desigualdades dentro del sub-sistema comercial de un determinado sistema alimentario.
Dicho esto, las deficiencias en otros sub-sistemas del sistema alimentario pueden tener efectos similares, ya sea debido a una producción insuficiente en el sub-sistema agrícola o a pérdidas significativas durante el almacenamiento y el transporte.
El objetivo de una política alimentaria y agrícola es permitir que la población de un país pueda acceder de manera regular a los alimentos necesarios para mantener una dieta saludable, variada y equilibrada a un costo asequible.
El logro de este objetivo requiere una serie de estrategias cuya naturaleza específica depende de la cultura alimentaria vigente en cada país.
El éxito de esta política depende de dos requisitos fundamentales. Primero, las estrategias que se implementen deben ser coherentes entre sí, es decir, debe existir una armonía intra-política.
Por ejemplo, en un país donde la mayoría de la población no recibe una nutrición adecuada, una política agroalimentaria basada en la inversión en cultivos comerciales no es coherente con el objetivo mencionado anteriormente. En ocasiones, las organizaciones internacionales son responsables de este tipo de incoherencias, como lo demuestra el caso del Banco Mundial, que obligó a ciertos gobiernos de África Occidental a exportar su producción de maní, lo que resultó en malnutrición proteica entre los niños.
En segundo lugar, dado que un sistema alimentario está compuesto por varios sub-sistemas bajo la jurisdicción de distintos ministerios, sus políticas pueden entrar en conflicto con el objetivo principal de la política agroalimentaria del país. Esta falta de armonización inter-política puede tener consecuencias muy perjudiciales para la población afectada.
Consideremos, por ejemplo, la política comercial de un país que permite la importación de nuevos productos alimentarios o el establecimiento de grandes plantaciones de monocultivo extranjeras. Esto podría tener efectos desastrosos para los pequeños productores, los minoristas independientes y el estado general de la nutrición en el país.
Lograr la armonización inter-política requerida es difícil por tres razones:
Un lector perspicaz notará que, mientras que las regulaciones necesarias requieren una investigación in situ, la verificación de una armonización adecuada tanto intra-política como inter-política debe realizarse antes de implementar las estrategias definidas. Esto puede presentar diversas dificultades, pero si no se lleva a cabo, el fracaso parcial de una política agroalimentaria será inevitable. La inercia de la tradición burocrática y la fascinación por la terminología técnica parecen ser los mayores obstáculos al progreso en este ámbito.
¡Mis mejores deseos!
Lal Manavado